Calleshortbusex

Jeff Palmer nace el 27 de marzo de 1975 en Los Angeles, California, pero se crió con sus padres cristianos evangélicos en Mendoza, Argentina a partir de la edad de dos años se desplazó a ESTADOS UNIDOS. A los catorce, Palmer vio su primera película pornográfica protagonizada por Peter North, que provocó su ambición de convertirse en una estrella del porno. Palmer se fue de casa a los dieciséis para viajar a Europa donde tuvo su primera experiencia homosexual con un amigo. Durante este periodo trabajó en Amsterdam como prostituto masculino en el club Azul Chico. A la edad de 20 Palmer se trasladó a Miami y un año más tarde debutó en el cine pornográfico en los Estudios Falcon.

Estamos nuevamente tras las paredes de este hediondo cuartucho,

• Con la bragueta abierta y mi pene circunciso asomándose para salir

–Casi siempre lo miras de reojo y disfrutas como se hincha esa cabeza que tanto trabajo te cuesta al entrar - ummnn… parece ser el dispositivo de arranque a una nueva faena

–Lo tomas con las manos, mientras deslizas con un dedo húmedo de saliva la cabeza de mi MONDÁ –

- así le llamas mientras disfrutas como se llena de sangre dentro de tu boca –

- así la llamas mientras el calor de tus labios humedecen mi Mondá erecta

–Me gusta que me la muerdas, porque así descubro el hambre que me tienes.

Me gusta que me la muerdas, porque cuando me muerdes demuestras el hambre que me tienes.

Otra vez intentas llevarte a la boca mis huevos, pero como siempre el ansia es más grande que tu boca; sabes bien que disfruto del deleite de tu lengua sobre ellos.

Suave papi, chupa suave… (Tus dientes rosan nuevamente con la piel de mi pene)

Ahora subes hacia mis tetillas y nuestros penes se encuentran simulando una pelea de espadas…

“Esta guerra la tengo perdida, yo solo quiero guardar mi arma en tu funda”

Está parada – erecta – siento que la sangre quiere partir la piel que recubre mi pene. Que caliente esta tu boca, la cabeza de mi mondá toca la última parte de ese orificio húmedo.

Métemela – dices – Mientras lubricas con saliva tu orificio de placer

Ummnnn… sostienes la respiración para que mi pene entre (así crees que dolerá menos)

Ummnnn… Papi, hasta el fondo…

Arriba, abajo… éramos arquitectos del sexo, hasta que llegamos al pollo.

De repente sacaste mi pene apresurado y sucedió lo que jamás pensé que iba a suceder…

Esta vez no fue un peo…

la procesión vino de adentro con todos su santos…

La habitación quedo inundada de un olor intenso que nos obligo a acabar con la pasión…V

ino de adentro con un ruido estruendoso que apresuro la salida de… ¡mierda!

Era mierda por todo el cuarto…

Y esta vez, solo por esta vez dejaste de ser pollo para convertirte en…

PATO

16 años, cuarto de edificio con nombre de danza caribeña, dos sujetos a medio conocer, sensación de incertidumbre que erecta quince centímetros de pene bajo unos pantalones de jean desgastados, una puerta, una decisión… -¿entro o no entro?- pregunta capital de respuesta infame. Vergüenza, temor, ansiedad. Todas aquellas sensaciones contradictorias que fluctuaron por una mente antes de permitir que dos hombres laman un cuerpo e intenten penetrarlo. Todo aquello que pasa a corrientazos por las cinco inmaduras neuronas de un joven en busca de engordar el libro de sus historias de vida. -¡Es que yo sí me atreví a culiar con dos manes cuando tenía 16, y aunque no me gustó, no me arrepiento!-.
­Muchos son los homosexuales que en algún momento de su existencia haciendo comentarios de este tipo, buscan evadir el peso de la exclusión producto del arrepentimiento póstumo que sólo experimentan los fracasados. La realidad al fin del cabo termina siendo distinta, los riesgos son infinitos y las bondades de dicho engorde de historias, terminan convirtiéndose en motivo de vergüenza. Los ideales van variando y los finales van tomando forma con respecto al grado de riesgo al que cada sujeto fue capaz de someterse. El arrepentimiento no es permitido…- si hiciste lo que hiciste, es mejor que lo afrontes y que te sometas al escarnio con el rostro bien puesto y con la mirada siempre por encima de la cabeza de quien te critique-. No importa si culiaste con cinco o con diez, lo importante es que cuando lo hagas, procures salir victorioso, -aunque con el culo lleno de leche y con una inmensa probabilidad de contraer una enfermedad-. No te arrepientas… dicen unos y otros, Arrepiéntete… dicen otros tantos más. Las características que finalmente definen a los llamados por este texto “probadores” no son otra cosa distinta a la vergüenza y la mentira consigo mismo y con la pareja con la que en el futuro deseen entablar relaciones sentimentales.
Secreto en susurro: ¡Uno de esos manes la tenia muy grande y me hizo sangrar… me dolió por una semana, pero si me preguntan…. No me arrepiento!